El Dakar no es solo una ruda competencia donde ganan los pilotos más avezados, hay también valores que enaltecen el rally y a los competidores.
El Dakar, aventura humana sin igual cuya historia se construye en el corazón de los desiertos más hermosos del planeta, se inscribe en el universo de los desafíos deportivos más importantes de nuestros tiempos. Competición al mismo tiempo que carrera de orientación, el Dakar pone a prueba a los más grandes pilotos de rally raid del mundo, que compiten codo a codo con corredores amateur, embarcados a menudo para hacer realidad un sueño y superar un desafío al manillar de su moto, quad, coche o camión.
Más que una mera carrera de velocidad, el Dakar exige capacidades de navegación en fuera de pista así como regularidad. En el rally raid prima la resistencia y los fallos, por pequeños que sean, se pagan caros. Esta mezcla de rigor físico y destreza técnica seduce desde hace más de 30 años a campeones llegados desde horizontes de lo más diversos, todos ellos deseosos de ponerse a prueba y tomar el pulso a esta carrera inigualable.
Como la montaña o el océano, los grandes espacios son una fuente de inspiración para los aventureros. Participar en el Dakar es como escalar el Everest dar una vuelta al mundo a vela o remo. El podio de llegada representa un desafío de excepción, en ocasiones el desafío de toda una vida.
Más allá de la clasificación, a los corredores les mueve este deseo tenaz, este sueño casi disparatado. Ya sean pilotos de moto, coche o quad, comparten una misma ambición, un sentimiento común. La tradición de solidaridad, término que forma parte de los pilares del “espíritu Dakar”, nace de esta pasión compartida que hace que todos hablen con el mismo lenguaje.